Entrevista a Rafael Ricoy

A Rafael le conocimos como parte del equipo que está detrás de La Bagatela, en su caso detrás de las exposiciones que se organizan y se pueden ver en la planta de arriba del local. Pese a que su faceta de comisario fue la primera con la que tuvo contacto esta agenda, al poco supimos que él mismo era creador y quedó apuntado para engordar la lista de gente fetén que ha pasado por Imagina Magenta.
Materializada la primera colaboración, descubrimos, además, que este artista tenía algún que otro as creativo escondido en la manga, así que han surgido otras de forma inmediata como el álbum de fotos de la presentación de Arte Open Views en Madrid. Auguramos que la cosa que no quedará aquí. Un filón creativo, oigan.
¿En qué momento te diste cuenta de que le dedicabas más tiempo a los lápices y a dibujar que la mayoría de la gente?

Es curioso, pero no tengo una habilidad especial para el dibujo, nunca he sido bueno en eso. Al principio me daba vergüenza decir que era ilustrador porque todo el mundo lo suele asociar a saber dibujar, en ese sentido me considero mas un creador de imágenes que un dibujante, desde luego. Me recuerdo inventando cosas todo el rato, eso incluía dibujar mal, hacer collages, fotos polaroid manipuladas, etc. Y una cosa llevó a la otra, cuando me quise dar cuenta estaba trabajando como diseñador gráfico, cuando me saturé del diseño hice una carpeta de 20 ilustraciones que me autoencargué y con eso me empecé a mover por los medios y las editoriales, me parecía una salida intermedia entre el diseño gráfico (demasiadas limitaciones) y el arte (poca viabilidad económica).

¿Qué es para ti una buena ilustración?

Hay varios factores: es importante decir mucho con poco, para mí eso es una buena ilustración, también lo es la que además tiene un estilo reconocible. Yo me conformo con conseguir que la gente se interese por el texto que ilustro, sería la ilustración-embudo, primero te despierta el interés en el texto y, cuando lo has leído, te aporta un significado complementario o un punto de vista diferente.

Una gran parte de tu trabajo es para el ámbito editorial, ¿cuál crees que es la clave a la hora de ilustrar un texto?

Humildad, estás al servicio de un texto, una publicación y un público determinado, tu creatividad no está limitada, pero si enmarcada en un contexto muy concreto. Hay que leer muchas veces el texto, intentar sacarle la punta visualmente hablando, lo que en mi ámbito habitual, (la información económica) no siempre es fácil. Hay que tener cultura visual, muchos recursos, saber a quien te diriges, cual es su cultura icónica y hablarles en el mismo idioma.

Muchos de tus clientes son publicaciones extranjeras (Business Week, Washington Post, Forbes Magazine, Billboard o Jeune Afrique). ¿Dirías que se valora más el trabajo creativo fuera de España?

Por mi experiencia,  sí; también hay que tener en cuenta que en el mundo anglosajón la cultura de la ilustración es muy sólida, la agencia para la que trabajo en USA (Rapp Art) funciona desde los años cuarenta, el respeto por el ilustrador es máximo, los plazos de entrega son más dilatados y el trabajo está mejor pagado. En Francia el trato es similar a España en general.

Hace poco hablabas de la importancia del trabajo diario frente al concepto de la ‘inspiración’. ¿Sigue vigente la concepción romántica del artista?

Hay muchas clases de artistas, tenemos a Miquel Barceló que es el último representante del artista romántico, viajero y aventurero con una vida absolutamente consagrada al arte, o tenemos a Vivien Maier, una de las fotógrafas mas importantes del siglo XX cuya obra fue recientemente descubierta y que eligió llevar una vida aparentemente anodina como niñera y jamás mostró el menor interés por difundir su trabajo. Todas las opciones intermedias son posibles. De muy joven yo era un artista torturado, pero o te suicidas o te vuelves pragmático, no te puedes estancar en ese estadío, sería ridículo. Ahora pienso que vivir de lo que te gusta es una bendición, y que trabajar debe ser, por tanto, algo alegre. He conseguido trasladar ese sentimiento al trabajo personal. Y me siento mucho mejor, el sufrimiento no tiene que ir necesariamente unido a la creatividad, es una idea que hay que desterrar. Y por supuesto, la inspiración no existe, la creatividad es un músculo que se desarrolla ejercitándolo y se alimenta de películas, fotos, canciones, viajes, poemas, vivencias etc.

Además de tu trabajo como ilustrador, también has ejercido como comisario de las exposiciones que se han celebrado hasta ahora en La Bagatela. La mayoría de las veces artista y gestor nos parecen roles necesariamente independientes: ¿cómo lo afrontas en tu caso?

Siendo un ‘artista comercial’ no veía mucha relación entre mi trabajo como comisario y mi trabajo como ilustrador. Sí que me considero una persona con criterio artístico; bueno o malo, pobre o amplio (eso lo tienen que decir los demás), pero con criterio. Creo que con los años he aprendido a ver cuándo un artista trabaja con rigor y tiene algo que decir o cuándo no. Estas dos cosas son mas importantes para mí que el hecho de que encaje más o menos con mi gusto personal. Intento dejarlo aparte si el artista es coherente y de calidad.

¿Cómo ves el circuito de salas en Madrid desde esa doble experiencia?

Están surgiendo nuevas galerías que apuestan por artistas nuevos, lo cual siempre es bueno. El circuito de salas de Madrid lo veo totalmente dual y polarizado, tenemos unas galerías sólidas con amplia trayectoria internacional (a las que casi hunden con el IVA, menos mal que corrigieron a tiempo) y, por otro lado, espacios muy voluntariosos, a veces multifuncionales (entre los que incluyo a La Bagatela) que intentan dar salida a artistas nuevos de calidad. Yo siempre digo que el tipo de artista que busco es muy escaso: con la calidad suficiente para tener una carrera sólida pero que todavía no esté en el circuito de las galerías grandes. La clave para que las cosas cambiaran está en que aparezca la figura del coleccionista joven, cosa que en España no es nada frecuente. Es una figura por surgir y ahora mismo, dada la coyuntura económica en la que nos encontramos, es muy difícil que aparezca. El estado tampoco ayuda mucho, en otros países se estimula el coleccionismo privado con ventajas fiscales.

Hace poco has comenzado tu andadura como fotógrafo especializado en retrato, sobre todo relacionado con otros ámbitos del arte (música, teatro). ¿Cómo surgió esa otra faceta?

De manera intermitente he hecho fotos desde siempre, en los últimos años lo he intensificado, hago fotografía móvil con iPhone, fotografía callejera, reportaje y retrato de estudio. La fotografía callejera se complementa perfectamente con mi trabajo como ilustrador, me obliga a salir de casa, caminar y a la vez ejercitar el ‘músculo visual’.

¿Te queda alguna otra disciplina que te gustaría desarrollar?

Si, la música; vuelvo a ella de vez en cuando. Así como para ilustrar he conseguido trabajar en un ámbito técnicamente reducido (apenas tres o cuatro herramientas de Photoshop), con la música me disperso muchísimo, demasiadas opciones. Estoy pensando en restringir el ámbito de trabajo (las restricciones son creativas) a la Nintendo DS o tal vez al iPhone para hacer música. Tal vez un iPad sea un entorno de trabajo intermedio sin ser demasiado radical. Mi proyecto intermitente se llama Metaloplastika.

¿Qué proyectos tienes este año?

Vuelvo al arte no comercial, a la creación por la creación, después de mucho tiempo y estoy muy feliz con ello. Se trata de 20 obras hechas en colaboración con otra artista, Carolina Dufour; lo hemos planteado como un juego, yo comienzo diez obras, ella otras diez y nos las intercambiamos para terminarlas. Nuestros estilos son muy diferentes, lo cual es interesante, sin duda. El trabajar a medias con otra persona disuelve el ego (eso tan peligroso para un artista) y permite hacerlo de manera mas relajada (lo contrario del artista torturado del que hablábamos antes). Podréis ver el resultado a partir del 12 de septiembre en La Bagatela.

 

El ilustrador Rafael Ricoy.
El ilustrador Rafael Ricoy.